Saldo insuficiente

Cuando salió el papelito del punto de venta, la señora Carmen trató de afinar la vista para confirmar a la distancia que la transacción había sido aprobada. Que sí, que esa noche tendría pan para cenar. Pero la cajera, con mucha paciencia quitó la tarjeta y anunció a toda la panadería: “¡Saldo Insuficiente!”

Resignada, Carmen agarró su pedazo de plástico y se fue a casa. Sin pan, sin la cena. Y no, ella no tenía más tarjetas, ni bolívares en efectivo. Se suponía que ese día cobraba la pensión y su salario. Pero no le alcanzó o no le depositaron. Desde hace mucho tiempo no sabe ni cuándo cobra.

Carmen trabajó como secretaria en la Universidad Central de Venezuela por más de 30 años. Siempre se imaginó un atardecer feliz, sin problemas económicos, sin la angustia de no saber si la quincena le alcanzaría para un pan, como ese día en que cobró y el esfuerzo de toda una vida no le bastó para una canilla.

¿Cuánto gana un pensionado?

En los últimos años, los pensionados y jubilados del país han denunciado la precariedad que los hace rozar la miseria. La mayoría se aferra a la bondad de los hijos y nietos en el extranjero, pero no todos corren con esa suerte de tener un pariente en la diáspora.

El salario de los jubilados no alcanza ni para un cartón de huevos. Mucho menos para una caja de vitaminas o un blíster de pastillas para regular la presión arterial.

El monto nominal que recibe un adulto mayor es de 1.800.000 bolívares, un referente comparativo puede ser el dólar estadounidense y, en esos términos, la pensión equivale a menos de un dólar al mes, según la tasa oficial, que al cierre de este texto se cotiza en 1.804.994,46 bolívares por dólar.

Según la frialdad de la cifra, una persona que cotizó la seguridad social y que tendría derecho a gozar de estabilidad y protección del Estado hoy naufraga en las aspiraciones cotidianas de comer, vestirse y aliviar los achaques de los años.

Esta mujer recibe dos pensiones, una por su trabajo y otra de sobreviviente, tiene varios nietos que le mandan plata desde Chile y Estados Unidos. Ella trabajó como docente hasta que se casó y dejó los salones para dedicarse a criar a sus dos hijos.

En la cola para pagar la compra le pregunté si la pensión le alcanzaba para algo y dijo: “Sí, para estos tomates cuando están baratos”, y soltó una carcajada. Ella prefiere olvidarse de esos pagos, “los voy acumulando varios meses y después compro algo”. No tiene la certeza de cuándo depositan ni cuánto es. Se sorprendió cuando le dije que este mes debía tener 2.400.000 bolívares en la cuenta (1.3 dólares aproximadamente), porque vino con retroactivo.

Esta mujer es de las afortunadas que tiene varias ayudas y, aunque parezca un despropósito, “con lo que me mandan mis nietos también ayudo a mis vecinas de toda la vida”. Con su bolsita de compras agarra camino, calle arriba, buscando otras ofertas.

En la página web del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales hay una noticia que se titula: “IVSS es garante de la seguridad social de la familia venezolana”, y aunque el texto no explica el titular, si la dedica a narrar consignas políticas de cómo la revolución recuperó la seguridad social en 1999.

El expresidente Hugo Chávez lo decía y el actual mandatario lo repite en sus discursos, Venezuela es el país con la mayor cantidad de pensionados en toda América Latina. Somos, según la consigna política, un modelo a seguir. Y en términos nominales sí, los pensionados venezolanos superan abiertamente a los que pueda tener cualquier país de la región, pero también es cierto que a ninguno le sirve la mensualidad para vivir.

Según el portal digital del Ministerio del Poder Popular para Las Comunas, en 2019 Venezuela alcanzó el 100 % de pensionados. En ese momento, 4.535.901 venezolanos en edad de jubilación recibían la remuneración estatal, pero la publicación también dice que antes de la llegada de Hugo Chávez al gobierno, “la pensión sólo era recibida por 387.000” personas. Aunque la redacción no recoge datos del poder adquisitivo que tenían los pensionados antes de la revolución y durante ella. ¿Cuánto podía comprar un pensionado en 1987 y cuánto podía comprar en 2017?, por ejemplo. En estos dos casos, la política comunicacional muestra una parte de la realidad, pero no la otra, la de las señoras Carmen y Cristina, a una que lo le alcanza la pensión ni para una cena y la otra que las acumula para luego completar y poder comprar algo.

¿Cuánto gana un trabajador activo?

Para no llover sobre mojado, con los trabajadores activos de la administración pública ocurre lo mismo que con los pensionados. El salario oficial es un saludo a la bandera. El mínimo es igual que una pensión.

¿De qué viven los trabajadores activos?

Antonio es técnico de la Cantv, tiene dos hijos y vive con sus suegros. Estaba sentado en una acera abriendo una tanquilla cuando le pregunté: ¿cuánto cobra por reponer una línea telefónica? Me dijo que eso era gratis, pero tenía que hacer el reclamo y esperar a que me contactaran de vuelta par agendar la visita técnica. Sin ánimos de ofenderlo, le dije que desde hace un año no tengo internet y que nunca me llamaron ni me visitó un técnico. Insistí, le dije: “en serio, ¿cuánto cuesta?, sin mirar, asumo que por vergüenza me dijo: “65”. “Dólares”, repregunté.

Me contó que no renuncia al trabajo por el uniforme y la licencia que esto le da para abrir tanquillas y casilleros sin que lo acusen “de robo al material estratégico”. “Yo vivo es de esto, sino, ¿cómo le doy comida a mis chamos?, y el jefe sabe, uno cobra y tiene que repartir a todos los que participan.

La vocación no es suficiente

Una maestra de escuela pública ahora vende dulces en el edificio. Con su salario de menos de dos dólares al mes no puede mantenerse. Los vecinos le compran y de eso vive con sus dos hijos que rozan el final de la adolescencia. “Menos mal que no tenemos que ir a la escuela, yo no podría volver a cumplir horario”, se refiere a la pandemia y a la educación a distancia.

En un país como Venezuela, en el que la moneda oficial es el bolívar, pero la que circula es el dólar, los euros – ocasionalmente -, o el peso colombiano en la frontera, la formalidad está en peligro de extinción. La inmensa mayoría de los trabajadores tienen un resuelve que precarizó su relación laboral y los obligó a extender -considerablemente- su jornada laboral.

¿De dónde salieron tantos dólares en efectivo?, ¿alguno se lo ha preguntado?, lo cierto es que a nadie le conviene un salario en bolívares y menos cuando en febrero de 2021 se cumplieron 39 meses en hiperinflación.

La política monetaria dejó de ser parte de la agenda comunicacional, hasta 2016 se ofrecían ruedas de prensa en cadenas de radio y televisión para anunciar aumentos de salario o extensiones del cono monetario, ahora apenas sale un tuit, o los trabajadores se enteran de los incrementos cuando consultan el saldo de la cuenta bancaria.

Muchas veces los jubilados y pensionados se tropiezan además con noticias y contenidos engañosos que complejizan y les hacen más cuesta arriba enfrentar el rigor de las dificultades económicas en el diario vivir. 

Bonos de la patria contra la guerra económica

La respuesta del Gobierno a los problemas de la economía fue la asignación de bonos, a través del sistema Patria. Un dinero que se entrega de acuerdo a los registros de usuarios, a los intereses de los ministerios y a las filiaciones políticas de algunos sectores vinculados al Gobierno nacional. No existe claridad ni protocolos informativos que generen certezas a la ciudadanía. Un mes pueden depositarte algo y al mes siguiente no.

La guerra económica, las sanciones de Estados Unidos y el bloqueo económico son las razones por las que hoy los trabajadores y los pensionados no saben ni cuándo ni cuánto cobran. Al menos, en la agenda mediática esas son las razones. No hay mención a las expropiaciones, al control cambiario, a la inseguridad jurídica u otras decisiones que se tomaron durante los gobiernos de Hugo Chávez y que se siguen ejecutando en la actualidad.

Los venezolanos hoy padecen una Crisis Humanitaria Compleja que los mantiene rebuscándose, maltratándose y a diario, sin información que les genere la mínima certeza para planificar las finanzas familiares.

Por estos días, lo más probable es escuchar un “saldo insuficiente”, en la voz de los comerciantes cada vez que la mayoría, de los sectores populares intenta acceder a un producto o un servicio que le permita sobrevivir un día más.